La hucha de Solbes
POR JOSÉ MARÍA CARRASCAL
El tan loado superávit español, el colchón económico con el que Solbes iba a pagar el aguinaldo por cada niño nacido, los pisos para los jóvenes, los 400 euros para sazonar las vacaciones, se han reducido a la mitad en el primer trimestre del año, debido a que los gastos estatales crecieron un 4 por ciento, mientras los ingresos sólo subieron un 1,1. ¿Causa? El frenazo inmobiliario, que nos ha traído 246.600 desempleados más y hecho subir el paro al 9,6 por ciento.
POR JOSÉ MARÍA CARRASCAL
El tan loado superávit español, el colchón económico con el que Solbes iba a pagar el aguinaldo por cada niño nacido, los pisos para los jóvenes, los 400 euros para sazonar las vacaciones, se han reducido a la mitad en el primer trimestre del año, debido a que los gastos estatales crecieron un 4 por ciento, mientras los ingresos sólo subieron un 1,1. ¿Causa? El frenazo inmobiliario, que nos ha traído 246.600 desempleados más y hecho subir el paro al 9,6 por ciento.
Y lo peor es que estamos sólo en los comienzos de un periodo de vacas flacas que el Gobierno nos describía como meras turbulencias pasajeras y manejables. Pero que se presentan como largas e intratables. Sólo el considerable descenso en las optimistas previsiones de nuestro PIB, ya reconocido, va a evaporar antes de que nos demos cuenta las reservas en la hucha de Solbes, de la que tanto alardeaban. Y cuando se agoten esas reservas ¿qué? Bueno, siempre les quedará el recurso de echar la culpa a los norteamericanos, por gastado que esté. Pero eso no da de comer ni para pagar la hipoteca.
No puedo imaginarme a Solbes en Babia ante lo que se avecinaba. Sería insultarle como economista de peso que es. Además, Rodrigo Rato lleva meses advirtiendo en los cenáculos financieros españoles sobre las verdaderas proporciones de la crisis. Lo que ocurre es que los responsables de nuestra economía prefirieron no darse por enterados. Es lo que cabe reprochar a Solbes, haber permitido todos los brindis a la galería que se permitió el Gobierno durante la campaña electoral y darles incluso su visto bueno. Pudo pensar que eran eso, simples promesas electorales que no se cumplen. Pero resulta que tiene que cumplirlas, pero no como muestra de pujanza, sino obligado por la debilidad, para reactivar una economía que empieza a languidecer.
No puedo imaginarme a Solbes en Babia ante lo que se avecinaba. Sería insultarle como economista de peso que es. Además, Rodrigo Rato lleva meses advirtiendo en los cenáculos financieros españoles sobre las verdaderas proporciones de la crisis. Lo que ocurre es que los responsables de nuestra economía prefirieron no darse por enterados. Es lo que cabe reprochar a Solbes, haber permitido todos los brindis a la galería que se permitió el Gobierno durante la campaña electoral y darles incluso su visto bueno. Pudo pensar que eran eso, simples promesas electorales que no se cumplen. Pero resulta que tiene que cumplirlas, pero no como muestra de pujanza, sino obligado por la debilidad, para reactivar una economía que empieza a languidecer.
Lo que ofrece un panorama totalmente distinto al que venían presentándonos y nos advierte de que en el famoso debate televisado Solbes-Pizarro, era Pizarro, no Solbes, quien tenía razón, como la tenía Rajoy en los debates con Zapatero, aunque ambos dirigentes del PP los perdieron cara al público. Pudo deberse a su inferioridad dialéctica o a que a los españoles no nos gusta oír malas noticias y preferimos las buenas, aunque sean mentiras.
Lo malo es que a la economía no se la engaña tan fácilmente como a los españoles, y dos meses después, los números nos dicen que la economía es el problema más urgente e inaplazable de nuestro país. Que es al que menos atención ha venido prestando el Gobierno.
Lo malo es que a la economía no se la engaña tan fácilmente como a los españoles, y dos meses después, los números nos dicen que la economía es el problema más urgente e inaplazable de nuestro país. Que es al que menos atención ha venido prestando el Gobierno.
Cuatro años dedicado a reformar unos estatutos de autonomía que daban mucho brillo a los políticos locales y halagaban el ego de sus comunidades, pero que no resolvían gran cosa, como estamos viendo. Cuatro años de negociaciones con ETA para que, al final, la banda volviera a matar, eso sí, tras poner a su gente en los ayuntamientos vascos. Cuatro años de hueca Alianza de Civilizaciones a la que nadie presta atención.
Cuatro años sin hacer el menor caso a la pesca para que, cuando unos piratas asaltan un atunero español en aguas del Índico, tengamos que pedir apoyo logístico a franceses y norteamericanos.
Cuatro años de abandono de una justicia que se cae a pedazos. Cuatro años de indiferencia ante la escasez de lluvias.
Cuatro años de retroceso en educación, en tecnología, en productividad, que es lo que trae el verdadero progreso.
Cuatro años urdiendo todo tipo de maquinaciones para aislar al principal partido de la oposición y apoyarse en los que no creen en España.
Cuatro años insultando a quienes advertían que estábamos en el camino equivocado.
Cuatro largos años para que empecemos a ver las orejas de lobo a una crisis que puede dejarnos sin pan para comer y sin agua para beber.
¿Qué hace el presidente ante ello? Pues el presidente prepara su aparición en «59 segundos», para seguir contándonos el cuento de la buena pipa que nunca se acaba. Pero se acaba. ¿Y nosotros dispuestos a seguir creyéndole?
¿Qué hace el presidente ante ello? Pues el presidente prepara su aparición en «59 segundos», para seguir contándonos el cuento de la buena pipa que nunca se acaba. Pero se acaba. ¿Y nosotros dispuestos a seguir creyéndole?
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