martes, 28 de febrero de 2012

Nosotros perdimos todas las guerras.

A nosotros no nos dieron una bandera prolijamente doblada. A nosotros no nos dieron ninguna pensión. A nosotros nos desprecia la izquierda y la derecha. A nosotros nos soñaron los dioses encendidos solitarios señores de la muerte y del exilio. A nosotros no nos dieron la bandera dobladita, de los marines porque nosotros... somos los abanderados de los jirones negros del último infierno un minuto antes, del Apocalipsis. Nosotros perdimos todas las guerras y entregamos hasta la última gota de sangre sin embargo el sol conservó para nosotros sus rayos invictos, y su alegría. Nosotros somos los culpables de todo lo que dice el noticiero la suma maldad, el origen mismo de todos los males. Es curioso el temor que nos profesan si todas las guerras hemos perdido. Es curioso que quieran perseguirnos de nuevo. Ahora que sólo somos la sangre sobre la nieve la memoria de niños con uniforme las espesas cenizas de la guerra civil la luz cegadora del vacío. Ahora que somos el olvido del olvido inofensivos héroes del pasado Hoplitas desnudos, obreros Poetas, agricultores. Ahora que somos la sombra del acero el eco del silencio el azotar de las olas en los desembarcos la espada dormida del exilio la desazón de la derrota la raza extinta de los lobos el cóndor despeñado el suicidio ritual la última rosa cultivada antes de subir al tren de los fusiles. Ahora es curioso que el mundo esté como está si fueron los buenos, los vencedores los que salvaron el mundo los que doblan las banderas prolijamente cada vez que un pueblo sometido mata a un invasor. Porque no son los nuestros los que arrasaron el mundo no son las hondas cruces en la nieve no son las ruinas de Montecassino no es Mussolini colgado de los pies ni su amante Claretta Petacci no es la División Azul ni la Falange no es la impunidad de la posguerra no son los trabajadores ni los que se mantuvieron Fieles a su bandera en la derrota. A nosotros nos perdió la lealtad y la sangre la antigua tradición de los guerreros la fe en el sol y en la semilla la honradez del trabajo y del cultivo. Por eso a nosotros nadie nos entregará una bandera de sangre y de vacío doblada de vergüenza de ser desplegada. Por eso nuestra bandera Es roja como la sangre y negra como la última noche del mundo cuando los dioses, preparan el amanecer.
Juan Pablo Vitali


1 comentario:

Ramiro Semper dijo...

Qué grande es Vitali.