lunes, 12 de enero de 2009

MOTZA Y MARIN,SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES

El Martes se cumplen 72 años del asesinato de los legionarios rumanos Ion Motza y Vasile Marin.
"El 13 de enero de 1937, en este mismo lugar, sangre rumana, la de Mota y Marín, voluntarios en el Ejército Nacional de la España de Franco, se derramó generosamente; y en este suelo, sagrado para nosotros -empapándolo-, la sangre rumana se mezcló con sangre española. Fue algo así como un sacramento de la muerte, con su propia liturgia guerrera, como un testimonio del pacto de hermandad entre Rumania y España, y que recuerda el que, bebiendo sangre de uno y de otro -en una isla del remoto archipiélago filipino-, Legazpi y Sicatuna sellaron para una idéntica hermandad.Ese sacramento de la muerte, en combate por una causa a la vez sublime y común y esa hermandad entre dos naciones, que Agustín de Foxá llamó naciones de frontera, Rumania, en el frente oriental de Europa, y España, en el frente sur del continente, se manifiestan en este cabezo suave de Majadahonda, a través de una cruz y de un arco, reflejo material del viejo adagio latino per crucem ad lucem, que es tanto como decir por el sacrificio de la vida al júbilo de la victoria.
Hoy se habla mucho de amor, desfigurándolo, como apetito carnal, con el propósito de corromper el amor auténtico, y de corromper al hombre. No es éste el amor que nos interesa y que nos ha conducido hasta aquí... Pero tampoco es, aunque no lo despreciemos y no lo tengamos en cuenta, el amor puramente humano, amor filantrópico o de benevolencia, porque es otro el amor que Mota y Marín sintieron y que les hizo venir a España a dar la vida -recordando la frase evangélica- no sólo por los amigos, sino por una Patria amiga, cuya existencia, como sujeto histórico colectivo, y cuyos valores cristianos, se hallaban en peligro y al borde de la aniquilación.El amor que sentían Mota y Marin, como los camaradas que les acompañaron, fue el amor teándrico o de caridad que supera al amor de la benevolencia, que hace al hombre simplemente benévolo. El amor que les trajo a España fue el amor de beneficencia, que hace al hombre bienhechor, que no sólo quiere el bien, sino que lo hace, y lo hace hasta el extremo, hasta dejar su Patria y combatir por otra y morir por ella, marcando con su entrega la hermandad entre dos naciones cristianas.
Este escenario, y los dos héroes que discurren por el mismo trae a la memoria la similitud de dos vidas paralelas, la del fundador, José Antonio Primo de Rivera, y la del capitán, Cornelio Zelea Codreanu.Ni la distancia ni la ausencia de relación personal entre ellos impide la identidad de pensamiento y de acción, y las coincidencias biográficas. Para ambos, la transformación social no consiste sólo en un cambio profundo de las instituciones, sino en una revolución interior, que pretende formar un hombre nuevo (Codreanu), mitad monje y mitad soldado (José Antonio), que a través de la poesía que promete (José Antonio) o del canto que anima (Codreanu) dan a conocer una conciencia sana. ¿Y acaso no hay también una similitud sorprendente y admirable en los días de prisión en Alicante o en Jilava, o en el testamento de José Antonio y en el diario escrito entre rejas de Codreanu, y en el fusilamiento de ambos en plena juventud, y hasta en el color de las camisas que usaban los militantes de sus movimientos políticos, el azul del cielo y el verde de la esperanza en alcanzarlo?
Para mí la identidad máxima -y la considero clave- de la doctrina del fundador y de la doctrina del capitán radica en el fundamento y en el enfoque de su presencia en la vida pública y en el quehacer político, que hoy, cuando la decadencia de Occidente se acelera -fruto de su ruptura con las raíces cristianas que lo han conformado-, es preciso y urgente recuperar, impidiendo que se consume, porque el árbol se seca cuando carece de savia que lo vivifique.(...SIC..)Job nos ha dejado, entre tantas, una frase que en la hora de hoy conviene reproducir: "La milicia es la vida del hombre sobre la tierra" (7,1), y ya se entiende que esa milicia a la que el cristiano debe incorporarse no es otra que la milicia de San Miguel, en la que los seguidores de Codreanu y quienes en España le admiramos como arquetipo de la Cristianidad, nos hemos alistado, como se alistaron Ion Mota y Vasile Marin, a los que un año más tributamos, en este cabezo de Majadahonda, un sincero y emocionado homenaje.
PRONUNCIADO POR BLAS PIÑAR EN UNO DE LOS HOMNAJES A MOTZA Y MARIN

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