No soy catalana y en los 14 años que llevo viviendo en Cataluña, no se me había tratado de forma diferente a los que son catalanes e independentistas, hasta ahora.
Llegué hablando valenciano, cierto y en la Universidad, nos subían la nota en los trabajos en los que la variedad: catalán, valenciano y mallorquín, estaba presente en los mismos, cierto. Pero no se nos obligaba a hablar catalán en la Facultad, también es cierto. Es más, cuando los compañeros sabían que no eras ni catalana, ni valenciana ni mallorquina, si hablabas en castellano, nadie, te miraba extraño. Pero de eso hace demasiados años.
Tampoco te obligaban a hacer los exámenes en catalán, ni mis notas fueron malas, por lo que nunca me sentí “maltratada por su política lingüística”.
Cierto es que la mayoría de las clases eran en catalán y que a los alumnos que las cursaban, siendo Erasmus, los profesores que impartían sus clases en catalán, les daban un par de semanas para entenderlo.
De eso hace ya 10 años.
¿Qué ocurre ahora? En la Universidad no tengo la más remota idea, pero por el ambiente que se respira, me lo puedo imaginar: No creo que diste mucho del que se respira en las calles.
No soy catalana ni lo seré nunca, al igual que si me voy a vivir a pongamos por caso, Valladolid, no seré nunca vallisoletana. Por supuesto. No sé qué me ocurriría si me fuera a vivir a Valladolid, no tengo ni idea, pero lo que sí sé es como se me trata ahora en Cataluña.
Nunca he escondido mis ideas y nunca es nunca. Y hasta hace escasas fechas, a pesar de ello, no había tenido problema alguno para vivir en paz en Cataluña: E incluso en mi familia política tenía tranquilamente conversaciones con independentistas, pero con independentistas de verdad. No estoy diciendo con ello que sus ansias de ser un país fueran legítimas, en absoluto, pero sí que hace unos años, los que se significaban como independentistas, al menos, tenían una base ideológica que no justificaba legítimamente sus ganas de crear un país nuevo, pero al menos se podía conversar con ellos de política; Ahora cada vez es más complicado toparte con gente así, sencillamente porque la mayoría de ellos, no tienen otros ideales que no sea el odio. Un odio que si son de izquierdas, tendrían que tener en todo caso, al capitalismo que ha corrompido a los que desgobiernan Cataluña en particular, y España y el mundo en general.
Pero no es así y odian únicamente al resto de los españoles.
He perdido amistades, sí, recientemente, alguna incluso de las que parecían más sólidas, porque se avergüenzan de que critique el independentismo primero y de que sea fascista , después.
No me incluirán en la lista de “buenos patriotas catalanes”, porque mi única patria es España y no me incluirán en la lista de “malos catalanes”, porque no soy catalana.
No me dará la gana de callarme ante afirmaciones absurdas sobre mi patria y ya no estoy dispuesta a tener ningún tipo de conversación ni con aquellos que tienen una ideología contraria, no: ¿Por qué? Porque al margen de no hay demasiadas personas así, que se muevan por ideales y no por odio en esta región española, si me encuentro a alguno que sí los tenga, no me apetece ni lo más mínimo. Estoy harta.
Harta de separatistas y separadores, muy harta, pero no por ello caeré en la trampa de odiar la cultura catalana, aunque entiendo, que la gente que vive fuera de Cataluña lo haga.
Y lo entiendo porque es tal el odio que proyecta esta región hacia el exterior, a través de sus portavoces políticos imbéciles, que al final, los ideologizados del bando patriota español, es lógico que sean una minoría dentro de los que defenden nuestra verdadera patria, que es España y porque los que lo están –ideologizados-, es lógico que estén hasta las narices de todo lo que “suene a Cataluña”, porque la cultura está teñida de “estrelladas”.
Las manifestaciones culturales y de ocio en general en Cataluña se tiñen de independentismo, son parte de su coreografía: Nos encontramos con banderas independentistas campando alegremente en los estadios catalanes, e incluso formando parte de la propaganda independentista. Nos encontramos a los “castellers” formando parte de charlotadas independentistas, las “butifarradas populares” se celebran en torno a actos independentistas,etc.
Al año que viene, es posible que un referéndum refleje que la mayoría de los que votan –en edad de votar o no, catalanes de cuna o no-, quiere la independencia. Y lo peor, es que la tesitura es tal, que si el referéndum se efectuase en toda España, mucho me temo, que por hastío, ganaría el sí.
Ante todo esto, todavía los hay en el resto de España que creen que los que avisamos de que esta situación es cada vez más terrible, se permiten el lujo de decir que somos unos alarmistas.
Cuánto me gustaría poder darles la razón. Cuánto.
Colum Samper
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